20 julio 2011

Capítulo Cinco (VIII)

[Esto más bien es una terror movie... Bueno, lo prometido es deuda. Ahí van unas cuantas respuestas. Pero no todas, que si no esto perdería la gracia.]

— Dime, ¿cómo voy a confiar en ti? —decía Amelia—. ¿Me secuestras y luego me ayudas a escapar de los hombres lagarto? ¿Cómo sé que en realidad no has hecho todo esto para que crea que estás de mi parte? Curiosamente, me secuestraste cuando Augusto estaba a punto de explicarme algo importante.
Estaban en la planta décima del edificio de cristales negros, en un enorme y luminoso despacho de diseño sin apenas muebles. Amelia estaba en pie, mientras Ávaro se había sentado en un sofá que estaba al lado. Se había servido una copa de bourbon y parecía saborearlo.
— Entiendo tus dudas. Lo comprendo. Bueno, quizás sí que pueda darte unas cuantas respuestas, hasta que llegue aquél a quien estamos esperando.
Amelia decidió guardar silencio, a la espera que Álvaro por fin le dijera algo que fuera cierto.
— Bajo esta joven apariencia humana, soy tan lagarto como los que has visto. Somos Ursakis y llegamos aquí hace tanto tiempo como los Astarsis. En realidad, llegamos un poco antes. —Paró para beber un sorbo de su copa—. El motivo por el que te secuestré, es porque era la única manera de desactivar el rastreador que te colocaron cuando empezaste este trabajo. La tecnología Ursakis es extremadamente avanzada, y sólo en esa base tenía el aparato adecuado para desactivar dicho rastreador.
— ¿Entonces los has traicionado, por qué? —preguntó un tanto incrédula.
— Mis motivos son míos y sólo míos. Estabas investigando los asesinatos Astarsis por orden del Consejo. Y estabas empeñada en llegar a la, según tú, madriguera Astarsi. De tener éxito, hubieras llevado a los Ursakis hasta ellos.
— ¿Por qué ese interés por los Astarsis?
— Porque ellos son lo único que se interpone entre mi raza y los humanos. Los Astarsis son los únicos que pueden acabar con los míos. Los únicos que pueden impedir que os conquisten y os conviertan en comida.
— ¿Entonces el Consejo está del lado de los Ursakis? —seguía preguntando Amelia.
— Eso aún no lo he averiguado. Ni tampoco sé para quién trabaja realmente tu amigo Augusto.
— Augusto trabaja para la CIA. Eso lo sé.
— ¿Y para quién trabaja realmente esa división de la CIA? ¿Lo sabes con seguridad? Debes entender que los Ursakis llevamos más de sesenta años en la Tierra. Nos ha dado tiempo de infiltrarnos en vuestra sociedad a todos los niveles, y de conseguir poderosos aliados humanos que creen que serán unos privilegiados en el nuevo régimen.
— ¿Y tú para quién trabajas? ¿Ante quién respondes realmente?
Álvaro giró la cabeza hacia la puerta, al tiempo que esta se abría, y una persona hizo su entrada.