30 septiembre 2011

Capítulo Seis (IX)

— ¿Qué pinta él en esto? —Ladeó ligeramente la cabeza en dirección a Álvaro, que seguía cómodamente sentado en el sillón, sin dejar de sonreír.
— Digamos que es un ratón que se ha convertido en serpiente —respondió Gonzalo. Y añadió dirigiéndose a Álvaro—. ¿No es así?
— Digamos que sí.
La mirada de Amelia alternaba entre Gonzalo y Álvaro. Sabía que había algo que no le estaban contando, pero también sabía que debía seguirles el juego, ya que no tenía muchas más opciones, por lo menos en este momento.
— Y según tú, ¿cuál es el trabajo para el que fui creada? ¿Matar Ursakis? Es lo que he estado haciendo la mayor parte de mi vida adulta. ¿Qué ha cambiado? ¿Por qué ahora? Podrías haber dejado que siguiera haciendo "mi trabajo".
— Tengo un trabajo especial para ti. Un trabajo para ambos, de hecho, ya que necesitarás a Álvaro en esto.
— ¿Un trabajo especial?
— Sí, algo que podría hacer que acabara la guerra definitivamente.
Gonzalo se quedó esperando la respuesta de Amelia, pero ya la sabía de antemano. Por algo era el encantador de serpientes.
[¡Álvaro digievoluciona!]

27 septiembre 2011

Capítulo Seis (VIII)

Era cusioso curioso el porqué su mente no paraba de pensar en serpientes. Y cómo su mente había relacionado aquellas serpientes con los sentimientos que tenía hacia aquel viejo, Gonzalo. No le daban miedo las serpientes, las odiaba. Igual que con Gonzalo; no le daba miedo, pero el hecho de verle allí hablándole le producía una ira irrefrenable.
Y de repente, en mitad de todo aquel odio, de aquella ira, cuando parecía que la única via era estallar, le sucedió lo impensable. Todos aquellos sentimientos desaparecieron de golpe, dejando paso a una calma y una paz interior impensables. La serenidad acababa de vencer. A pesar que allí estuviera Gonzalo, a pesar de recordar Egipto, a pesar de todo...
— Déjate de rodeos —le dijo a su antiguo mentor—. No sé qué estás intentando, pero no va a funcionar, no vas a torturarme con esos oscuros recuerdos. Ese era tu sistema de control, hacernos vulnerables, débiles. Asesinos natos convertidos en simples ratones ante tu mirada. Tú eres la serpiente, Gonzalo.
— No, Amelia. Yo soy el encantador de serpientes. Vosotros sois las serpientes, y muy venenosas y peligrosas.
— No va a funcionar. Hace tiempo que vencí ese control. No voy a ser débil ante ti.
— No pretendo controlarte, Amelia —contestó sonriendo—. Es hora que cumpláis vuestro trabajo. Es hora de liberar a las serpientes, que muerdan, ataquen, coman. Porque vosotros sois las serpientes, y los Ursakis los simples ratoncillos.
[Ahora resulta que los lagartos son ratones. Y Amelia es, entre otras, una serpiente dormida. Y las mariposas son tiburones, ya puestos... ¿En qué estabas pensando? ¿Y qué diablos es "cusioso"?]
[Esto es lo que se llama sobrecompensación: como no lo habíamos nombrado anteriormente, ahora hay que nombrar a Gonzalo 4 veces en el mismo capítulo. Muy cusioso...]