16 abril 2011

Capítulo Tres

Guía de colores:
Xmariachi
David Loren Bielsa
Silvano
MikeBSO


[Esto qué es, ¿una venganza o qué? Silvano, qué bien que "había caras nuevas en la sala" para soltar todo el rollo, ¿eh? Bueno, a ver ahora cómo hacemos que unos seres ciegos encabecen organizaciones criminales y/o terroristas.]
— Pues a mí no me parece tan mal que los eliminen. Muerto el perro se acabó la rabia, como diría mi padre.
— Álvaro, tu y yo sólo seguimos órdenes. No me lo hagas más difícil.
— Ya, bueno, si yo sólo digo...
— Pues no digas tanto y presta más atención a la carretera —le cortó Amelia, señalando la línea discontinua central que separaba su carril del contiguo, a la que el coche se acercaba de vez en cuando.
La carretera tenía dos carriles, uno para cada sentido. Las luces del coche les mostraban los árboles que estaban a los lados de la carretera. Parecían entrar en una zona boscosa.
[Soy consciente de que estoy tendiendo a perpetuar a Álvaro. Bueno, os jodéis. Amelia necesita cierto contrapunto sanchopancil.]
[Tranquilos chicos, Álvaro es un personaje de la historia por derecho propio, y punto. Además, hace tiempo que sé lo que haré con él. ¡Y ninguno me vais a quitar el gustazo! Por cierto Diego, gracias, por una vez me habéis dejado la cosa facilita.]
El habitáculo del BMW estaba inundado por el indestructible olor a menta de Amelia. Esa era su constante, ese olor tenue, nada fuerte ni empalagoso, que nunca desaparecía cuando ella estaba presente.
Álvaro la miró de reojo y no pudo evitar hacerle una pregunta que hacía rato le rondaba la cabeza. Amelia sabía que iba a preguntarle algo antes de que él hubiera abierto la boca. Pero también sabía que debía contestar, o no conseguiría que éste se callara nunca. Álvaro estaba resultando ser un maldito libro abierto.
— ¿Por qué da la impresión que no disfrutes con este...?
— Porque no disfruto con el maldito trabajo —contestó ella sin dejarle terminar, mientras su vista se perdía a través de la ventanilla en la oscuridad del ya frondoso bosque.
— ¿Y por qué lo haces entonces?
El silencio se hizo en el habitáculo, como si ella no quisiera o no supiera contestar a esa pregunta.
— Ya lo intenté dejar una vez —dijo al fin—. Pero se empeñan en contratar a boy scouts como tú —se giró hacia él—. Hago esto porque no hay nadie más que lo haga como yo, bien, de manera eficaz y con profesionalidad. Cuando encuentre a alguien que trabaje tan bien como yo, le pasaré el testigo bien gustosa y desapareceré.
Álvaro fue a hablar, pero se calló. Mantuvo el silencio mientras ella le miraba fijamente, desafiándolo a decir algo más. Y tal como supuso Amelia, el nuevo no pudo resistirse.
— Yo no soy un boy scout...
[Uy, David, yo no habría dicho nada de lo de Álvaro, sobretodo sabiendo que Silvano es el siguiente. Será que no ha dicho veces que quiere lanzarle un perrito bomba... Sólo te puedo asegurar que si llega vivo a mi trozo, no haré que se mate en un accidente contra uno de esos árboles...]
[Hasta las narices estoy de Alvarete cohete, y ahora que va en coche es mi momento...]
Amelia suspiró y miró por el espejo retrovisor. Su cara cambió al momento. Una furgoneta negra con una franja roja les perseguía, claramente, a elevada velocidad.
Amelia abrió la boca para avisar a Álvaro pero fue demasiado tarde. La furgoneta les embistió y el coche salió de la carretera dando vueltas por un terraplén. El sonido de los cristales rotos no se hizo esperar, seguido del desagradable olor a gasolina vertiéndose. Amelia abrió los ojos. Todo había ido demasiado rápido. Le dolía la cabeza y su boca sabía a sangre. Miró al asiento del conductor y Álvaro no estaba. Recordó que el chico había sido tan imprudente como para no ponerse el cinturón...
[David, mira que te avisé...]
Intentó moverse, pero su propio cinturón se lo impedía. Le dolía todo, pero no parecía tener nada roto. Con esfuerzo movió la mano derecha para desabrochárselo, sin éxito. Estaba trabado.
Oyó unos pasos que se acercaban al coche, que había quedado del revés, con las ruedas hacia arriba. Fue a coger su arma, pero se había salido de la cartuchera. De un rápido vistazo la localizó, en el techo que ahora era el suelo. Alargó la mano hacia ella, pero estaba demasiado lejos. Y los pasos se acercaban, despacio pero decididos. A traves de uno de los trozos de espejo de lo que quedaba del retrovisor distinguió una sombra que alcanzaba el coche.
En cuanto uno de los pies del individuo llegó a la altura de su ventanilla, con su característica velocidad agarró el tobillo y tiró hacia sí con fuerza. El pantalón estaba completamente mojado, chorreando, pero consiguió que no se le escurriera y le hizo perder el equilibrio y caer de espaldas.
— La madre que te... —dijo con la voz entrecortada el individuo—. No te basta con hacerme dar unas vueltas de campana —continuó mientras se incorporaba con esfuerzo— y que salga volando y caiga al río —en ese momento reconoció la voz, era la de Álvaro—, además tenías que hacer que me clavara una piedra en el...
— ¿Álvaro? —le interrumpió—. Creí que no lo contabas. Ayúdame a salir de aquí.
— Eso intentaba...
De repente se oyó un disparo, y parte de la corteza del árbol más cercano saltó por los aires.
[Qué queréis que diga, a mí no me cae tan mal...]
[¡Bien! Si hay que matarlo, que sea con un poco más de estilo... y no porque se cruce la furgoneta del equipo A.]
Álvaro ayudó a Amelia a salir del coche. Ambos se echaron al suelo, y se apostaron detrás de unos árboles. Agazapados, con sus armas en la mano, esperaban oír los pasos de alguien que viniera a finalizar el trabajo.
Sin embargo, lo que oyeron fue el sonido de cierre de dos puertas, y escucharon cómo la furgoneta arrancaba y se iba de allí.
— O sea, que eran dos. Como nosotros —dijo Amelia—. Qué raro...
— ¿Cómo lo sabes?
— ¿No has oído? Se han cerrado dos puertas.
— Bueno... no tiene por qué. También puede ser que alguien se haya quedado dentro... controlando la operación.
Amelia consideró la posibilidad.
— Lo tendremos en cuenta. Lo que sí sé es que con este coche no vamos a ningún lado. Tendremos que llamar a la central para que nos den cobertura.
[Buaaahhhh, ¿y mis tiros?]
— ¿Seguro que quieres informar a la central? —preguntó Álvaro mientras miraba a su compañera fijamente.
— ¡Mierda, tienes razón! —exclamó ella visiblemente enfadada—. De esta misión sólo tenía conocimiento el Consejo, y quizás diez personas más. Es muy posible que la filtración venga de nuestra organización. Será mejor que no avisemos de nada hasta que hayamos acabado. Sean quienes sean, quizás no sepan a dónde vamos o cuál es nuestra misión.
— Bueno, no creo que les interese mucho, me parece que sólo querían matarnos. Entonces, ¿qué hacemos?
— Continuamos —se decidió ella—. Nada de volver directos a la carretera, demos un rodeo. El objetivo no está muy lejos.
Amelia abrió el maletero del coche y sacó de él una pequeña mochila que se colgó a la espalda. Le pasó otra a Álvaro. Luego comenzaron a caminar, bajando un poco de pendiente, hasta casi llegar a la ribera de un riachuelo que había un poco más abajo, aunque decidieron no perder la cobertura de los árboles.
Fue una buena decisión, porque un trozo de corteza de árbol saltó por los aires, justo al lado de la cabeza de Álvaro.
— ¡Joder, no se habían marchado, sólo la furgo!
Comenzaron a correr, para notar más proyectiles demasiado cerca de ellos, todos impactando en los árboles de alrededor. No oían las detonaciones, así que supieron que eran armas de bastante alcance, con silenciador. Seguramente subfusiles o fusiles de asalto. Es decir, una organización con recursos.
Sin dejar de correr y haciendo eses entre los árboles, siguieron paralelos al riachuelo a contra corriente.
[Ya veo... sin armas, David no es David, ¿eh? Y yo que parezco de la comisión anti-violencia...]
[Anda que... uno deja los tiros, el otro los crea... Solo dar las gracias a David por esta nueva oportunidad. Prometo no defraudar.]
Amelia iba a la cabeza mientras las balas silbaban cerca de ella. Sabía que debían interponer obstáculos entre los tiradores y ellos por lo que torció hacia el interior de la arboleda pero sin abandonar su carrera paralela al riachuelo, que ya se había agrandado en tamaño y caudal.
En aquel instante se escuchó un grito y Álvaro cayó al río, sangrando por un costado. Una bala le tenía que haber dado.
Amelia se detuvo y volvió para ayudarle pero cuando una bala levantó un trozo de tierra a su lado se lo pensó mejor. Álvaro gemía y se intentaba poner de pie pero el lecho del río estaba resbaladizo y la fuerza de la corriente no le ayudaba en nada. Otra bala le traspasó la pierna derecha y, tras un grito de dolor, Álvaro cayó de rodillas. Su mirada se cruzó con la de Amelia que no pudo más que resguardarse detrás de un árbol para intentar que las balas no encontraran otra diana.
Álvaro bajó la cabeza y extrajo una pistola de su chaqueta. Amelia vio resolución en sus ojos. Estaba claro que el chico vendería cara su muerte.
[Y aún tendrás cara de decir, "si yo no lo he matao, aún lo dejé con vida...". ¡Macho, no lo podemos matar antes de que tenga cierto significado para Amelia! Si no, hemos gastado líneas en un personaje sólo para que Amelia se alegre de haberse librado de él por patán. Lo intenté decir de manera sutil pero... en fin, ahora a ver cómo le damos significado a todo esto.]
Calculó la distancia que le separaba de Álvaro. Era demasiada, no llegaría a tiempo. Álvaro entendió sus intenciones.
— ¡Ni se te ocurra! ¡Lárgate! —le gritó entre jadeos de esfuerzo.
Amelia, se puso en pie, sin dejar de resguardarse detrás del árbol. Volvió a sopesar la situación y, llena de rabia e impotencia, echó a correr en dirección contraria, esquivando árboles y balas por igual. Álvaro vio cómo se alejaba, y una vez que la perdió de vista, se giró para enfrentarse a los asaltantes, los cuales habían dejado de disparar y se dirigían hacia él, armas en mano.
Dos figuras oscuras, silenciosas. No sabía si era por la sangre que había perdido, por tener el sol de cara o porque empezaba a desmayarse, pero no acababa de definir el contorno de esas figuras. Alzó la pistola hacia ellas. No podía apuntar bien, le dolía demasiado el costado, pero cada vez estaban más cerca, así que no podía fallar.
Apretó el gatillo. Pero en lugar del ruido acostumbrado solamente se oyó un "click" apagado. Volvió a pulsar el gatillo. Otro "click".
Las figuras llegaron a él al mismo tiempo que la inconsciencia. Cayó como un peso muerto. Una de las figuras le dio la vuelta, dejándolo bocarriba.
— Vivirá —dijo con una voz grave y monótona—. Llevémoslo a la furgoneta.
[Uff, creo que me he librado por ahora... ;) Mmmm No sé cómo lo véis, pero suena a final de capítulo...]
[¡Buen giro! Yo que ya lo daba por muerto... Y por mí bien lo de cerrar capítulo.]
[¿Vivirá? ¿Cómo que vivirá? Esperad que me toque a mí...]

14 abril 2011

Capítulo Dos (XIV)

[¡Hala! Y ahora una raza alienígena...]

>> O mejor dicho, se presuponía que habían muerto, ya que recientemente han aparecido varios cadáveres de astarsis en diferentes ciudades de diferentes estados. Las últimas investigaciones realizadas por la agente denominada Amelia, nos han confirmado que varios de estos alienígenas se encuentran viviendo entre nosotros, haciéndose pasar por seres humanos. Y no sólo eso, además es muy posible que estén encabezando varias organizaciones criminales y células terroristas.
>> Por si esto fuera poco, como decía antes están apareciendo cadáveres. A simple vista se puede pensar que alguien nos está haciendo un favor, localizando y exterminando a esa escoria que infecta nuestra sociedad, que nos está librando de ese cáncer que nos corroe desde dentro. Nada más lejos. Nos está privando de información, de protegernos contra ellos. Y los está poniendo nerviosos, por lo que se vuelven más cuidadosos a la par que peligrosos. Esta situación tiene que acabar.
>> Se les ha asignado una pareja. A cada una se le entregará un informe de misión, la cual deberá cumplirse con discreción, rapidez y garantía de éxito. Les va la vida en ello.

Capítulo Dos (XIII)

[Muy bien chicos, muy bien, …. Me sé de una novela negra que acaba de morir. Anda que... Ahora solo me queda desatar el Apocalipsis x2]
[Eso ya lo has puesto antes... ¿Se te ha secado el cerebro? :P]
[Teleñecos ya.]

>> Sé que muchos de vosotros estáis al corriente de los últimos acontecimientos pero como veo caras nuevas en la sala quizás debamos comenzar a explicar la situación desde el principio.
>> En Mayo del año 1950 tuvimos nuestro primer encuentro con los especímenes humanoides, los Astarsis, una raza alienígena venida de más allá de la nebulosa de Orión. Entre sus características principales se encuentran una piel resistente, ojos ciegos y una extremada agresividad. A su llegada provocaron daños en una población de Arizona, llamada Gordland, destruyendo un cine, un restaurante y varias viviendas con fuertes explosiones. La cifra de muertos ascendió a diez víctimas, aparte de veinte heridos por quemaduras, dos de ellos graves. Las autoridades locales nunca supieron lo que les atacó y dedujeron que había sido un ataque terrorista ruso. El FBI detectó extraños aumentos de radioactividad por la zona. Todavía no se sabe que ocurrió con los astarsis, aunque se presupuso que debieron morir en las explosiones, ya que se encontraron restos de piel con su extraño líquido amarillento.

13 abril 2011

Capítulo Dos (XII)

[Esta historia ya no hay ni por donde pillarla. Anda que no la hemos liado ni nada con el capítulo. Por cierto, que el capítulo se llama Amelia, y aquí dándole líneas al Álvaro que estamos. Creo que tendríamos que llamar al capítulo: "Odisea para llegar al Consejo". Y encima va a resultar que la sala esa del consejo, está llena de gente... si es que...]

— ¡Guarden silencio! —esta voz del consejo se oyó mucho más autoritaria que las anteriores, no dando lugar a réplica ninguna.
Efectivamente la sala estaba llena de gente, aunque dada la oscuridad apenas podían verse entre unos y otros. Pronto pareció que no hubiera nadie, porque se hizo un silencio sepulcral. El Consejo, se hallaba al fondo de la sala, por encima de los asistentes, y estaba formado por una mesa con diez asientos.
— Han sido todos reunidos para ser informados de un hecho de máxima importancia, pero de conocimiento altamente secreto —la voz que hablaba era la misma de antes—. Todos creen que son conocedores de la situación actual, pero se equivocan, dado que esta ha empeorado.
— Pero antes que nada —interrumpió otra voz del Consejo—, díganos, Amelia, infórmenos de los últimos acontecimientos.
La aludida se quedó petrificada durante unos segundos, pero enseguida empezó a hablar, sabiendo que los que la escuchaban no era de los que les gustaba esperar.
— Ha aparecido un último cadáver, dentro del plazo que había establecido. Este cuerpo es exactamente igual a los anteriores, no hay ninguna novedad relevante. Lo mejor de todo es el lugar dónde ha aparecido el cadáver, justo detrás de dónde decidí instalar mi base de operaciones. Eso significa que cada vez estoy más cerca de averiguar dónde está la madriguera.
— Todo indica que está cerca de encontrar el centro de todo —le corroboró una voz del Consejo—. Buen trabajo por ello. Pero aún están todos muy lejos de solucionar el problema.

Capítulo Dos (XI)

[¿Será Amelia?]

— Jefe, ¿usted también está aquí? No sabía que...
— Anda Álvaro, colócate junto a tu compañera —le cortó su jefe con cierto paternalismo.
— ¿Mi compañera? Pero...
Su jefe le señaló con la vista a Amelia. Álvaro la miró, dándose cuenta de que Amelia le hacía señales para que se acercarse a su lado. Álvaro, torpemente, se acercó a Amelia, mirando a los lados y haciéndole señales de disculpa.
— ¿Pero dónde estabas? —le espetó Amelia—. Llevo tres minutos esperando. ¿Es que te has parado a charlar con un amigo? Anda que vaya compañero me ha tocado... y ponte bien el traje —le dijo recolocándole las solapas de la chaqueta—, si es que mírate...
— ¡Silencio! —les cortó con autoridad uno de los miembros del Consejo. Amelia recompuso su postura y Álvaro, tras alisarse el traje, se estiró quedando tenso como un conductor novato.
En la sala, aunque oscura, podía distinguirse una gran afluencia.
— No os hemos traído aquí para que os toquéis —continuó otro miembro del consejo, provocando una ligera carcajada en la concurrencia.

[Lo habéis pasado mal al ver al barrigudo en la sala, ¿eh?]
[No precisamente al ver al barrigudo, pero sí al leer tu trozo en general... ¿Pero no sabes eso de "si bebes no escribas"?]
[Tiempos verbales corregidos, tío coñazo. Por cierto, eliminaría esto. A nadie le importa saber que mis trozos los escribe un mono.]

12 abril 2011

Capítulo Dos (X)

Una colleja le sacó de su ensimismamiento.
— Chaval, pasas o no pasas, que hay cola.
Se giró, y un tipo de mediana edad, alto, trajeado, le miró con cara de pocos amigos. Detrás de él había tres personas más. ¿Cuánto tiempo había pasado? A los lados los "eunucos" seguían quietos, mirando hacia delante, como dos estatuas. Volvió a mirar al frente, a la puerta, que aparentemente seguía igual de sólida, impasible.
Notó la impaciencia de los demás clavada en su nuca y se le erizaron los pelillos del cogote. "Si yo también quiero pasar, pero ¿cómo?". Una idea le vino de repente a la cabeza: "¿Sólida, la puerta es sólida? ¿Quién lo ha dicho?". Con una sonrisilla comenzando a aparecer, a camino entre la ilusión de haber descubierto el misterio y la vergüenza de no haberlo hecho antes, avanzó para atravesar la puerta.
El golpe que se dio no fue muy fuerte, pero sí el sonido que produjo su cabeza al dar contra una sólida puerta de metal.
Exasperado, el tipo de mediana edad apartó a Álvaro a un lado y abrió la puerta, desapareciendo al atravesarla. Vio cómo los demás de la cola también iba desapareciendo, no sin antes soltar alguna risa por lo bajo al pasar a su lado. Hasta le pareció oír un "será idiota el tío...". Antes de que se cerrara de nuevo, frotándose la frente, atravesó la puerta, hacia la oscuridad con tono amarillento que se veía en su interior. Todo se volvió negro hasta que oyó una voz conocida.
— Ya era hora...

Capítulo Dos (IX)

[Muy bien chicos, muy bien, .... Me sé de una novela negra que acaba de morir. Anda que... Ahora solo me queda desatar el Apocalipsis.]

Amelia se estaba cansando de esperar al joven. Estaba parada, delante del otro lado de la puerta metálica. La habitación que tenía enfrente estaba terriblemente oscura, salvo por un círculo de color carmesí en el centro de la sala.
Se dirigió al círculo, entre sonrisas, lentamente.
— ¿Podemos empezar ya? —Amelia clavó sus ojos en la inerte oscuridad mientras su cuerpo era bañado por el incesante color rojo—. Tengo una autopsia que terminar.
"Debes esperar a tu compañero." La voz resonó por toda la sala, calmada pero intimidatoria.
— Yo no tengo compañero.
No hubo respuesta. Amelia bufó, visiblemente contrariada.

Capítulo Dos (VIII)

[¿Cómo que a quién habrá matado? ¡Y mira que me sé yo! Sí, sí, paquete enviado. "Paquete explosivo", diría yo. Diego, no te conozco, pero te voy a convertir en mi enemigo mortal, a este paso.]

Él sólo tenía 18 años cuando ocurrió todo. Siempre le habían dicho que el primero sería difícil, pero no sabía cuánto. Nadie podía decirle cuánto.
Su objetivo era tan joven como él, o al menos lo aparentaba. Resultó insultantemente fácil acercarse, engañarlo y cogerlo a solas en unos lavabos de un lujoso restaurante. Desenfundó su arma y le apuntó directamente entre los ojos, pero se separó un metro para que la sangre no le salpicara directamente a la cara.
El joven empezó a llorar y a suplicar mientras se dejaba caer de rodillas. Sabiendo lo fácil que resultaría matarlo, Álvaro relajó el brazo un instante, sin dejar de apuntarlo. Y entonces, sin previo aviso, se desató el infierno.
El inofensivo objetivo saltó como lo haría un tigre, con las garras por delante y abriendo la mandíbula más de lo natural en un ser humano. Sus ojos se habían tornado negros, como si fueran de obsidiana.
Álvaro erró su tiro y tuvo que esquivarlo. Las recién aparecidas garras del joven le desgarraron un costado, haciéndole sangrar. El combate duró dos minutos, hasta que Álvaro consiguió volarle el cerebro, pero antes le había tenido que disparar unas diez balas. Todas hacían cosquillas en el objetivo.
Así fue su primer asesinato. Difícil, sangriento, inesperado... de novato. El segundo asesinato fue fácil. No dejó que el objetivo le mirara a los ojos. Nunca más, se había dicho.

Capítulo Dos (VII)

¿Será algún tipo de prueba? —pensó Álvaro. En sus anteriores encargos nunca se había encontrado en una situación de este tipo.
Su superior era un hombre normal, con sus cincuenta años, con su mujer, su hija en la universidad, su prominente barriga y sus periódicas sesiones de masajes completos. Solía decir tacos a menudo y paseaba por su despacho para pensar. De vez en cuando ponía la Cabalgata de las Valquirias a todo volumen cuando estaba en proceso de una investigación interesante. Lo que Alvaro entendía por un jefe.
Pero su jefe nunca le hacía pasar malos tragos como éstos. Siempre le había acompañado a las reuniones con superiores, espetándole un "Tú escucha y déjame hablar a mí". Ese plan siempre había salido bien. Pero ahora no estaba con él, y tampoco le había dado indicaciones.
Mientras estaba allí, parado, sufriendo el peso de la mirada de aquellos impasibles mastodontes, recordó su primer asesinato.

[¿Y a quién habrá matado el jovencito Álvaro? Si tiene pinta de no haber roto un plato en su vida.]