30 junio 2011

Capítulo Cinco (IV)

[Llevo una semana laboral dura de narices. Así que tendréis que disculparme si escribo alguna barbaridad. Este fragmento intentaré ser comedido.]

Álvaro entreabrió la puerta y se asomó al pasillo. La luz era tenue, las paredes grises y el único sonido que se oía era un molesto e ininterrumpido zumbido que debía de proceder de algún generador o algún otro tipo de maquinaria. Le hizo una señal a Amelia, y esta le siguió.
Una vez fuera avanzaron en fila, siempre pegados a la pared, buscando los lugares más oscuros. Amelia se sorprendió al no ver cámaras de seguridad. Por ello casi descartaba que se encontraran en las instalaciones centrales. Además, aquel sótano tenía una disposición casi laberíntica.
Pero Álvaro parecía conocer el camino, aunque avanzaba muy lentamente, poco a poco. Hasta que, al final de una esquina, encontraron una puerta custodiada por un militar de aspecto humano. Amelia guardó silencio y se quedó detrás de su compañero. Dejó que fuera Álvaro quien siguiera protagonizando la fuga.
Éste se guardó la pistola detrás y salió de la esquina, caminando tranquilamente. Comenzó a hablar al militar, en un idioma totalmente extraño, con sonidos guturales que, desde luego, Amelia no había oído jamás. El militar respondió en la misma lengua y sacó una llave y abrió la puerta que custodiaba. Entonces Álvaro, por detrás, le hizo una luxación en cuello y brazo derecho que le dejó sin respiración. En menos de treinta segundos, el militar cayó inconsciente y Álvaro lo dejó caer al suelo suavemente.
Cuando ambos salían por la puerta, se oyeron unos gritos por el pasillo. El primer inconsciente de Álvaro acababa de despertar. Una alarma acústica muy molesta comenzó a resonar por aquellos grises pasillos.

[Hombre, no le llames inconsciente, cómo te pasas con el pobre Álvaro...]

28 junio 2011

Capítulo Cinco (III)

— Álvaro, ¿estás seguro de esto? —le preguntó el hombre lagarto.
— No, pero no queda otro remedio. —Amelia les miraba estupefacta—. Ya tienes lo que querías, ahora hay que sacarla de aquí.
— Está bien, como quieras. —El líder de los supuestos alienígenas se quedó mirando a Amelia—. ¿Y cómo lo vas a hacer?
— Improvisaré —contestó Álvaro. Y sin previo aviso le dio un puñetazo en la cara al hombre lagarto que lo lanzó contra la pared, cayendo al suelo sin sentido. Comenzó a desabrochar las correas que mantenían a Amelia amarrada a la cama—. Rápido, tenemos poco tiempo.
— ¿Estás loco? ¿Qué te hace pensar que iré contigo a ninguna parte?
— ¿Prefieres quedarte aquí? —le inquirió mientras con un leve movimiento de cabeza señalaba el cuerpo inconsciente del hombre lagarto —. Yo voy a salir por patas. No tengo tiempo de explicártelo ahora.
Una vez acabó de desatar a Amelia, sacó una pistola que tenía escondida debajo de la camisa, a la espalda. Comprobó que estaba cargada y apuntó hacia el cuerpo caído del escamoso ser.
Amelia se estiró, desentumeciendo los músculos, pero sin perder de vista a Álvaro. Segundos más tarde, éste dejó de apuntar al ser y se dirigió a la puerta, poniendo la oreja en ella.
— Parece que el pasillo está despejado. ¿Estás lista?

[Hala, todo un ejército de de la resistencia convertida en un puñetazo y tentetieso y salir por patas. O sea, que Álvaro la ha llevado allí para luego huir de allí a base de ostias. Está claro, Álvaro es Chuck Norris.]

27 junio 2011

Capítulo Cinco (II)

[Te odio Diego... por hacerme hacer esto...]

Cuando Amelia acabó de despertar sus ojos observaron una figura de rasgos humanos pero de piel escamosa, parecida a la de un lagarto. El ser llevaba un uniforme militar (de los marines) y se encontraba acompañado por más como él. Amelia pudo contar hasta cinco de aquellas criaturas. La mujer de la cicatríz intentó levantarse de golpe y alejarse de aquel alienígena pero le fue imposible ya que se encontraba amarrada a un catre de apariencia militar.
— ¿Qué eres tú? —preguntó Amelia al ser, que parecía divertirse ante la sorpresa de su cautiva.
Álvaro asomó tras la criatura, con cara de preocupación.
— Amelia, tranquilízate por favor —le pidió su compañero—. No somos los malos de esta historia.
— Para no serlos hacéis un buen papel —dijo la mujer intentando deshacerse sin éxito de sus ataduras.
El hombre lagarto se giró ante sus compañeros y emitió unos sonidos siseantes. Los cinco hombres lagarto parecieron salir de la sala en penumbras en la que se encontraban dejando a Amelia a solas con Álvaro y el aparente líder de las criaturas.

[¡Yo no dije nada de color verde ni de escamas ni marines! Hala, ahora a lidiar con las lagartijas del espacio exterior... o de donde sean.]

[Si sale algo bueno de todo esto será de puñetera casualidad... Al final vais a conseguir hacerme llorar... ¿Eso es lo que queréis?]