18 abril 2011

Capítulo Tres (III)

[Hasta las narices estoy de Alvarete cohete, y ahora que va en coche es mi momento...]

Amelia suspiró y miró por el espejo retrovisor. Su cara cambió al momento. Una furgoneta negra con una franja roja les perseguía, claramente, a elevada velocidad.
Amelia abrió la boca para avisar a Álvaro pero fue demasiado tarde. La furgoneta les embistió y el coche salió de la carretera dando vueltas por un terraplén. El sonido de los cristales rotos no se hizo esperar, seguido del desagradable olor a gasolina vertiéndose. Amelia abrió los ojos. Todo había ido demasiado rápido. Le dolía la cabeza y su boca sabía a sangre. Miró al asiento del conductor y Álvaro no estaba. Recordó que el chico había sido tan imprudente como para no ponerse el cinturón...

Capítulo Tres (II)

[Tranquilos chicos, Álvaro es un personaje de la historia por derecho propio, y punto. Además, hace tiempo que sé lo que haré con él. ¡Y ninguno me vais a quitar el gustazo! Por cierto Diego, gracias, por una vez me habéis dejado la cosa facilita.]

El habitáculo del BMW estaba inundado por el indestructible olor a menta de Amelia. Esa era su constante, ese olor tenue, nada fuerte ni empalagoso, que nunca desaparecía cuando ella estaba presente.
Álvaro la miró de reojo y no pudo evitar hacerle una pregunta que hacía rato le rondaba la cabeza. Amelia sabía que iba a preguntarle algo antes de que él hubiera abierto la boca. Pero también sabía que debía contestar, o no conseguiría que éste se callara nunca. Álvaro estaba resultando ser un maldito libro abierto.
— ¿Por qué da la impresión que no disfrutes con este...?
— Porque no disfruto con el maldito trabajo —contestó ella sin dejarle terminar, mientras su vista se perdía a través de la ventanilla en la oscuridad del ya frondoso bosque.
— ¿Y por qué lo haces entonces?
El silencio se hizo en el habitáculo, como si ella no quisiera o no supiera contestar a esa pregunta.
— Ya lo intenté dejar una vez —dijo al fin—. Pero se empeñan en contratar a boy scouts como tú —se giró hacia él—. Hago esto porque no hay nadie más que lo haga como yo, bien, de manera eficaz y con profesionalidad. Cuando encuentre a alguien que trabaje tan bien como yo, le pasaré el testigo bien gustosa y desapareceré.
Álvaro fue a hablar, pero se calló. Mantuvo el silencio mientras ella le miraba fijamente, desafiándolo a decir algo más. Y tal como supuso Amelia, el nuevo no pudo resistirse.
— Yo no soy un boy scout...

[Uy, David, yo no habría dicho nada de lo de Álvaro, sobretodo sabiendo que Silvano es el siguiente. Será que no ha dicho veces que quiere lanzarle un perrito bomba... Sólo te puedo asegurar que si llega vivo a mi trozo, no haré que se mate en un accidente contra uno de esos árboles...]

17 abril 2011

Capítulo Tres (I)

[Esto qué es, ¿una venganza o qué? Silvano, qué bien que "había caras nuevas en la sala" para soltar todo el rollo, ¿eh? Bueno, a ver ahora cómo hacemos que unos seres ciegos encabecen organizaciones criminales y/o terroristas.]

— Pues a mí no me parece tan mal que los eliminen. Muerto el perro se acabó la rabia, como diría mi padre.
— Álvaro, tu y yo sólo seguimos órdenes. No me lo hagas más difícil.
— Ya, bueno, si yo sólo digo...
— Pues no digas tanto y presta más atención a la carretera —le cortó Amelia, señalando la línea discontinua central que separaba su carril del contiguo, a la que el coche se acercaba de vez en cuando.
La carretera tenía dos carriles, uno para cada sentido. Las luces del coche les mostraban los árboles que estaban a los lados de la carretera. Parecían entrar en una zona boscosa.

[Soy consciente de que estoy tendiendo a perpetuar a Álvaro. Bueno, os jodéis. Amelia necesita cierto contrapunto sanchopancil.]