09 mayo 2011

Capítulo Cuatro (I)

[Por primera vez me toca a mí empezar un capítulo. No es que me haga mucha gracia, pero mejor esto que dejar que lo empiece Silvano.]

La placa dorada de la puerta rezaba: "Amelia Cortés - Abogada". Augusto comprobó que estaba completamente solo en el rellano, y sacó un juego de gazúas. Abrir la puerta le llevó tan sólo treinta segundos, lo mismo que necesitaría para desactivar la alarma. Cuando hubo hecho ambas cosas, cerró la puerta tras de sí y respiró hondo.
Cerró los ojos y aspiró. El olor a menta le inundó las fosas nasales. Adoraba ese olor.
Luego comenzó a registrar el supuesto despacho-piso-tapadera. Por supuesto empezó por un archivador que encontró, luego continuó por el ordenador de la mesa. Pero de momento todo resultaba inútil. Augusto pronto se dio cuenta que aquel lugar no era desde donde Amelia investigaba. Como mucho era un observatorio.
Seguramente Amelia había supuesto que en aquel barrio había una madriguera de Astarsis. Así que se había trasladado a aquel piso con el objetivo de observar las pautas de comportamiento de los habitantes de la zona, con la esperanza de descubrir la comuna Astarsis. Así era Amelia, siempre tan dedicada al trabajo.
Cuando Augusto entró en la habitación de Amelia, su teléfono móvil sonó.
— Habla —dijo al descolgar el aparato.
— Aquí el equipo Delta2.
— Adelante.
— Señor, querrá saber que la operación ha sido un éxito a medias. Amelia ha escapado, pero tenemos a su compañero, vivo. Aún así está gravemente herido.
— Hagan lo que puedan por él y llévenlo a lugar seguro. Envíen al equipo Delta3 tras Amelia. Iré en cuanto pueda —ordenó Augusto sin cambiar el tono de voz.
— Señor, me alegra informarle que no ha habido bajas...
— ¡Y a mí qué coño me importa eso! ¡El objetivo era Amelia y la han dejado escapar!
Colgó el teléfono y se quedó completamente quieto, en la habitación de Amelia. Luego se tumbó sobre su cama y aspiró el olor a menta. Ese olor que tanto adoraba.

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