25 mayo 2011

Capítulo Cuatro (VI)

Se despertó, pero no abrió los ojos. Estaba tumbado de lado, en algo blando, con las piernas y los brazos atados. Le dolía bastante el costado, y notaba la pierna derecha dormida, pero asombrosamente estaba vivo. Agudizó el oído, y oyó unas voces, pero sonaban lejanas. Manteniendo la respiración pausada, para seguir haciéndose el dormido, abrió ligeramente los ojos.
Como había supuesto parecía encontrarse en el interior de un coche, uno bastante amplio, en el asiento trasero del mismo. Había un hombre vestido de negro en otro asiento, también en la parte de atrás, y veía la cabeza de otro sentado en el asiento del conductor de lo que reconoció como una limusina.
Tenía las manos atadas, pero no a la espalda. Eso le daba una oportunidad, sobre todo si conseguía sorprender al tipo de negro, que estaba jugando con su móvil. Calculó la distancia y la fuerza necesaria, respiró profundamente una vez y abrió del todo los ojos al tiempo que lanzaba una doble patada en dirección a la cabeza del hombre que tenía más cerca.
Una punzada de dolor le atravesó el costado, por lo que el impacto perdió fuerza. Le dio en la cabeza, tal y como quería, pero sólo consiguió que se le cayera el móvil de las manos. Antes de que consiguiera recuperarse de la sorpresa, se abalanzó de frente hacia él, ignorando el dolor.
Le dio en la mandíbula con la cabeza, y metió las manos en la chaqueta del individuo, encontrando lo que buscaba. Con las manos atadas le resultó algo más difícil, pero mientras dejaba caer todo su peso sobre el otro, forcejeó un poco y volvió a echarse hacia atrás. El conductor de la limusina, oyendo el ruido, se giró, pistola en mano.
Y entonces se oyó un disparo.
El conductor murió casi al instante, de un disparo en la cabeza, procedente de la pistola que Álvaro le había quitado al otro hombre.

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