27 septiembre 2011

Capítulo Seis (VIII)

Era cusioso curioso el porqué su mente no paraba de pensar en serpientes. Y cómo su mente había relacionado aquellas serpientes con los sentimientos que tenía hacia aquel viejo, Gonzalo. No le daban miedo las serpientes, las odiaba. Igual que con Gonzalo; no le daba miedo, pero el hecho de verle allí hablándole le producía una ira irrefrenable.
Y de repente, en mitad de todo aquel odio, de aquella ira, cuando parecía que la única via era estallar, le sucedió lo impensable. Todos aquellos sentimientos desaparecieron de golpe, dejando paso a una calma y una paz interior impensables. La serenidad acababa de vencer. A pesar que allí estuviera Gonzalo, a pesar de recordar Egipto, a pesar de todo...
— Déjate de rodeos —le dijo a su antiguo mentor—. No sé qué estás intentando, pero no va a funcionar, no vas a torturarme con esos oscuros recuerdos. Ese era tu sistema de control, hacernos vulnerables, débiles. Asesinos natos convertidos en simples ratones ante tu mirada. Tú eres la serpiente, Gonzalo.
— No, Amelia. Yo soy el encantador de serpientes. Vosotros sois las serpientes, y muy venenosas y peligrosas.
— No va a funcionar. Hace tiempo que vencí ese control. No voy a ser débil ante ti.
— No pretendo controlarte, Amelia —contestó sonriendo—. Es hora que cumpláis vuestro trabajo. Es hora de liberar a las serpientes, que muerdan, ataquen, coman. Porque vosotros sois las serpientes, y los Ursakis los simples ratoncillos.
[Ahora resulta que los lagartos son ratones. Y Amelia es, entre otras, una serpiente dormida. Y las mariposas son tiburones, ya puestos... ¿En qué estabas pensando? ¿Y qué diablos es "cusioso"?]
[Esto es lo que se llama sobrecompensación: como no lo habíamos nombrado anteriormente, ahora hay que nombrar a Gonzalo 4 veces en el mismo capítulo. Muy cusioso...]

No hay comentarios: