04 mayo 2011

Capítulo Tres (VII)

[Anda que... uno deja los tiros, el otro los crea... Solo dar las gracias a David por esta nueva oportunidad. Prometo no defraudar.]

Amelia iba a la cabeza mientras las balas silbaban cerca de ella. Sabía que debían interponer obstáculos entre los tiradores y ellos por lo que torció hacia el interior de la arboleda pero sin abandonar su carrera paralela al riachuelo, que ya se había agrandado en tamaño y caudal.
En aquel instante se escuchó un grito y Álvaro cayó al río, sangrando por un costado. Una bala le tenía que haber dado.
Amelia se detuvo y volvió para ayudarle pero cuando una bala levantó un trozo de tierra a su lado se lo pensó mejor. Álvaro gemía y se intentaba poner de pie pero el lecho del río estaba resbaladizo y la fuerza de la corriente no le ayudaba en nada. Otra bala le traspasó la pierna derecha y, tras un grito de dolor, Álvaro cayó de rodillas. Su mirada se cruzó con la de Amelia que no pudo más que resguardarse detrás de un árbol para intentar que las balas no encontraran otra diana.
Álvaro bajó la cabeza y extrajo una pistola de su chaqueta. Amelia vio resolución en sus ojos. Estaba claro que el chico vendería cara su muerte.

[Y aún tendrás cara de decir, "si yo no lo he matao, aún lo dejé con vida...". ¡Macho, no lo podemos matar antes de que tenga cierto significado para Amelia! Si no, hemos gastado líneas en un personaje sólo para que Amelia se alegre de haberse librado de él por patán. Lo intenté decir de manera sutil pero... en fin, ahora a ver cómo le damos significado a todo esto.]

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