17 marzo 2011

Capítulo Uno (III)

Petra conocía ese olor de sobra. No era la primera vez que, al sacar la basura del restaurante, se topaba con algo que no eran bolsas de basura. Pero Petra no hacía preguntas. Tras tantos años allí, había aprendido el secreto del oficio de camarera: escuchar bien y no hacer muchas preguntas.
Petra vivía en la parte de arriba del restaurante. Su ventana daba al callejón, pero siempre tenía puestos los visillos. No tenía ninguna intención de asomarse al callejón, ni de ser vista fisgoneando. Una vez oyó que, tres calles más abajo, hace seis años, mataron a un hombre por tener la poca fortuna de pasar al lado de un callejón donde dos hombres le ajustaban las cuentas a otro.
– Buenos días agente.
– Hola –dijo el policía dejando su gorro en la barra.
Echó una miradita al único cliente que habitaba las maltratadas mesas del restaurante, un hombre escuálido y poquita cosa. Éste pegó un sorbo a su café, cogió sus cosas y se largó, sin dejar de mirar, con miedo, al policía.

No hay comentarios: