21 marzo 2011

Capítulo Uno (VI)

— ¿Petra, estás bien?
— Sí, pero me he llevado un susto de muerte.
— No me extraña.
— Me he puesto muy nerviosa y no sabía qué hacer.
— Tranquila, ya estoy aquí, y...
—¡Ejem...! —interrumpió el policía, temiendo que la conversación se hiciera eterna, como había visto ocurrir tantas veces entre otras tantas mujeres—. ¿Y usted es...?
— Amelia. Amelia Cortés —y dirigiéndose de nuevo a Petra, como si el policía hubiera sido una distracción sin importancia, continuó—. ¿Y qué le has dicho? Espero que hayas cerrado la boca como te dije que hicieras cuando me has llamado. En bastantes problemas te has metido ya como para añadir otro a la lista...
— ¡Disculpe, señora o señorita Cortés! —comenzaba a perder la paciencia, la poca que le quedaba tras aguantar primero los gritos de angustia, y luego los achuchones y los agradecimientos de la octogenaria señora López por "haberle salvado la vida"—. Está interfiriendo con una investigación policial, si hace el favor...
Amelia metió la mano en el interior de su gabardina, con una velocidad y decisión que pilló por sorpresa al policía. Sacó la mano igual de rápido, dirigiéndola a la cabeza del agente, que por puro reflejo llevó su mano a la cartuchera. Aunque reconoció para sus adentros que no le habría dado tiempo a desenfundar, apuntar y disparar si lo que la mujer había plantado frente a su cara fuera un revólver. Sin embargo, lo que esa mujer había puesto delante de sus ojos era una tarjeta en la que, tras unos breves segundos que necesitó para enfocar la vista, leyó "Amelia Cortés. Abogada".

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