08 abril 2011

Capítulo Dos (III)

[¿Hacia la salida de qué, de dónde? No sé si os habéis dado cuenta de que no habéis dicho dónde está. Podría estar haciendo una autopsia en medio del Camp Nou.]

El pasillo que unía la habitación con el resto de las estancias de aquél edificio era largo y angosto, con múltiples puertas a los lados. Cada una de ellas tenía un número cerca de la manivela, a la que acompañaba un extraño cerrojo. Amelia cerró la puerta número once antes de recorrer el pasillo, que tenía las paredes blancas y estaba alumbrado con luces del mismo color.
El pasillo terminaba en un panel metálico, con forma de puerta, pero que no tenía cerradura ni manivela. Amelia plantó su pulgar en un lugar de la pared, donde aparentemente no había nada, y el panel metálico, de un extraordinario grosor, se abrió hacia arriba dándole a Amelia el tiempo necesario para cruzarlo, pasando a una especie de recibidor. Este recibidor, aunque sin ventanas, tenía las paredes pintadas de color naranja pastel y luces amarillas, suaves. La sensación allí era mucho más cálida.
Amelia se paró delante de uno de los ascensores que allí había. Se movía con seguridad, pero no podía ocultar cierto nerviosismo.
Mientras esperaba, de otra puerta salió un hombre de porte muy elegante. Joven, con el pelo engominado y un traje de ejecutivo, portaba un maletín negro. Se acercó a la zona de los ascensores y se situó al lado de Amelia.

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