12 abril 2011

Capítulo Dos (VII)

¿Será algún tipo de prueba? —pensó Álvaro. En sus anteriores encargos nunca se había encontrado en una situación de este tipo.
Su superior era un hombre normal, con sus cincuenta años, con su mujer, su hija en la universidad, su prominente barriga y sus periódicas sesiones de masajes completos. Solía decir tacos a menudo y paseaba por su despacho para pensar. De vez en cuando ponía la Cabalgata de las Valquirias a todo volumen cuando estaba en proceso de una investigación interesante. Lo que Alvaro entendía por un jefe.
Pero su jefe nunca le hacía pasar malos tragos como éstos. Siempre le había acompañado a las reuniones con superiores, espetándole un "Tú escucha y déjame hablar a mí". Ese plan siempre había salido bien. Pero ahora no estaba con él, y tampoco le había dado indicaciones.
Mientras estaba allí, parado, sufriendo el peso de la mirada de aquellos impasibles mastodontes, recordó su primer asesinato.

[¿Y a quién habrá matado el jovencito Álvaro? Si tiene pinta de no haber roto un plato en su vida.]

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